Quito

Quito en Ecuador

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Oficialmente, San Francisco de Quito. Ciudad y capital de la República del Ecuador, así como de la provincia de Pichincha. 2.850 m de altitud media sobre el nivel del mar. 372,39 km2. 2.735.987 habitantes (2019). Gentilicio: quiteños. Distrito metropolitano: 4.230,6 km2 y más de 3 millones de habitantes (2019).

Situación
La ciudad de San Francisco de Quito se asienta al sur de la línea ecuatorial, en un estrecho valle de la cordillera andina de la región fisiográfica de la Hoya de Guayllabamba.

Se encuentra al pie de la vertiente oriental del volcán Pichincha, hoy extinto, y a orillas del río Machángara, afluente del Guayllabamba. A pesar de la proximidad de la línea equinoccial, el clima es templado a causa de la altitud.

Población
A principios del siglo XX contaba sólo con 80.000 habitantes, pero la construcción del ferrocarril Quito-Guayaquil impulsó su crecimiento.

Economía
Quito es la segunda ciudad industrial del Ecuador, después de Guayaquil, y el principal centro político, administrativo, cultural y comercial del país.

Sus fábricas textiles (sombreros), plantas procesadoras de alimentos (cervezas, harinas), química (abonos), del cemento, del papel y fábricas de artículos de consumo, así como la manufactura de objetos artísticos de cuero, madera, oro y plata, constituyen las actividades fundamentales en torno a las que gira la vida económica de la ciudad.

Los oleoductos que parten de la provincia de Napo hacia Esmeraldas, y el que comunica Quito con Guayaquil, atraviesan la ciudad, que es también punto de confluencia de la línea férrea Quito-San Lorenzo-Guayaquil y de la carretera Panamericana. Así mismo, posee un aeropuerto internacional.

Urbanismo y cultura
La ciudad conserva su traza de concepción renacentista, es decir, de un urbanismo en damero que, al tener que adaptarse a los accidentes geográficos del lugar, dio resultados de notable belleza.

El centro urbano de Quito, que es la capital más antigua de América del Sur, conserva un aire típicamente hispano a causa de las muchas iglesias, edificios administrativos y casas particulares que han sobrevivido desde la época colonial.

Tranquilas plazuelas, portales de madera labrada, muros con balcones de hierro y corredores con verjas artísticamente forjadas, que dan acceso a patios de aire andaluz, son un rasgo dominante en el paisaje urbano. Este sector fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en el año 1978.

Hacia el norte, la ciudad se extiende desde la Alameda hasta Cotocallao, importante núcleo residencial, y hacia el sur se levantan los barrios populares.

La ciudad cuenta, así mismo, con dos universidades, la Central del Ecuador, fundada en 1787, y cuya gestión corresponde al Estado, y la Universidad Pontificia Católica, que abrió sus puertas en 1946, además de una Escuela Nacional Politécnica, que data de 1869, y un observatorio astronómico.

Es sede de un arzobispado de la Iglesia católica. Entre los atractivos turísticos de la ciudad se encuentra el mercadillo indígena semanal que se celebra al aire libre, y donde los nativos venden sus artículos de fabricación manual en pequeños tenderetes.

Arte
La actual capital del Ecuador resume y compendia el brillante periodo de arte colonial desarrollado en esa República, antigua Real Audiencia de Quito. Se calcula que un cuarto de la superficie de Quito está ocupada por edificios religiosos. La ciudad fue inscrita por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en la lista del Patrimonio Cultural Mundial en el año 1978.

Ya durante el periodo prehispánico esta ciudad fue uno de los focos de irradiación artística, y este papel lo continuó durante el periodo hispánico. La vida artística tuvo un feliz comienzo bajo la dirección de los franciscanos flamencos fray Pedro Gosseal y fray Jodoco Ricke, que fundaron el primer colegio de artes en América del Sur. El gremio artístico se incrementó con los maestros y oficiales españoles que se fueron estableciendo en el s. XVI. El hecho de hallarse documentado un tal «Jacome flamenco» ha hecho pensar que entre los primeros europeos se encontraran algunos flamencos, sin duda llamados por los frailes citados, pues al parecer fray Jodoco era pariente de Carlos V y sería hombre de prestigio e influencia.

Gótico, mudéjar y plateresco
De los estilos procedentes del legado medieval, el gótico apenas dejó huella y son contados los restos que se pueden citar. El ejemplo más evidente es un tramo de la iglesia de San Agustín cubierto con bóveda de crucería; los tramos restantes también debieron de ser góticos, pero seguramente cayeron bajo la acción de los frecuentes seísmos. Arcos apuntados hay en Santo Domingo, San Francisco y la catedral; ellos quizá se expliquen mejor por formar parte del conglomerado mudéjar que por una eficaz influencia gótica.

Dentro del s. XVI es más importante el legado mudéjar, manifiesto en la techumbre de cedro que cubrió el templo de San Francisco hasta que el terremoto de 1755 la desbarató, aunque se salvó la correspondiente al crucero y a un tramo del coro; la primera es un alfarje de planta ochavada, decorada de su base con 48 imágenes en bajorrelieve, peculiaridad que recuerda precedentes españoles de la Edad Media; la composición de los alfarjes del harneruelo tanto en el crucero como en el coro muestra soluciones semejantes a las realizadas por aquellos años en Tunja.

El pujante mudejarismo se manifestó en el claustro principal de San Francisco (1573-1581); ya que los arcos están encuadrados por unos listeles que hacen a manera de alfices, siguiendo en ello una modalidad del mudéjar hispalense. Este arte fue realizado por maestros y artesanos; Francisco de Becerra es el único arquitecto conocido de nombre y prestigio que pasó por la ciudad a fines del s. XVI; él diseñó las plantas de Santo Domingo y San Agustín, pero en 1582 se marchó a Lima y no sabemos con exactitud si sus trazas fueron respetadas.

Escasa es la aportación del plateresco o primera fase del Renacimiento español, que se muestra por medio de los característicos grutescos en varias portadas y ventanas. Este repertorio ornamental es muy sencillo: rosetas, cabezas de querubines, cráneos, guirnaldas y algunos ejemplares de columnas abalaustradas; dado su escaso interés estilístico no dan pie para establecer relaciones artísticas.

El manierismo
El manierismo fue un estilo que tuvo en Quito una gran influencia; ciudad de herencia artesanal, fue campo adecuado para el desarrollo de la psicología manierista. Los principales monumentos arquitectónicos están tocados del nuevo estilo; el más impresionante es la portada de la iglesia de San Francisco, que debió hallarse terminada en 1581; la huella de Serlio queda patente en las columnas divididas por bandas de rústica, fenómeno éste del manierismo que fue muy frecuente en Jacopo Vignola y Amanatti; en la misma portada se encuentra un friso convexo, rasgo que procede del repertorio de Andrea Palladio, al que gustó por su artificio, ya que el manierismo, siempre ansioso de la novedad, huía de la vulgaridad de las líneas rígidas y buscaba los contornos imprevistos.

Iglesia y Convento de la Compañía de Jesús de Quito

La iglesia y convento de la Compañía de Jesús de Quito es una complejo clerical católico ubicado en la esquina formada por las calles García Moreno y Sucre, en el centro histórico de la ciudad de Quito. La portada de su templo mayor, labrada totalmente en piedra volcánica, está considerada como una de las más importantes expresiones de la arquitectura barroca en el continente americano y del mundo.

El convento franciscano de Quito fue el principal centro manierista de la ciudad, por ello no es de extrañar que en el mobiliario eclesiástico se encuentren numerosos detalles decorativos de este estilo; así, en los armarios de la sacristía y en el púlpito hay unos estípites animados que se relacionan con lo italiano y con la escuela francesa de Lyon. En el museo del convento de Santo Domingo hay otros estípites, masculinos y femeninos que podrían derivan de grabados de Vredeman de Vries, atestiguando una influencia flamenca.

El manierismo italiano determinó la creación de tres portadas del Colegio de la Compañía de Jesús (una de las cuales ha desaparecido). Otra de las más expresivas obras del manierismo en Quito es la portada de la iglesia del Carmen Moderno (1734-1745), y ello es más interesante porque ya entonces el barroco dominaba por doquiera; sobre las pilastras interiores se desarrolla el fenómeno de la doble función, que produce el efecto de lo inestable, con ello queda diferenciada claramente tanto de la estática renacentista como del dinamismo barroco.

Italianismo y mudejarismo en el s. XVII
La arquitectura quiteña del s. XVII se caracteriza por su fuerte influjo italiano; a este hecho contribuyeron dos causas: la presencia de artistas de aquel país y la circulación de los tratados. El primer hito manifiesto de este italianismo es la escalinata de la iglesia de San Francisco, realizada a fines del s. XVI; como han mostrado los Mesa, se siguió el diseño de Bramante para el Belvedere de Roma; en este caso, el vehículo fue la obra de Serlio: Tercero y cuarto libro de arquitectura, traducida por Francisco de Villalpando en Toledo, en 1552, y reimpresa en 1563 y 1573; en ella aparece el modelo de la planta, un corte y perspectiva de la famosa escalera bramantesca.

Miguel Ángel dejó su huella en el Colegio de la Compañía de Quito, ya que se copió en una de sus portadas la que hizo el Buonarrotti para la Villa Grimani de las afueras de Roma; en este caso, sirvió la traducción castellana del tratado de Jacopo Vignola, publicada por Eugenio Caxés en 1593. Este modelo gustó tanto que, en el mismo s. XVII, se hizo otra copia para la portada de la iglesia de San Juan, en Pasto, ciudad del sur de Colombia, pero sometida al influjo quiteño.

El artista que más influencia ejerció con sus modelos ornamentales fue Serlio, según se ve en el sotocoro de San Francisco, en la primera mitad del s. XVII, ya que está decorado con florones dentro de círculos, inscritos en otros de mayor diámetro. El modelo de Serlio a base de octógonos y cruces lo utilizó el escultor Guillachamin, en 1653, para decorar los techos de las galerías bajas del claustro de la Merced. Otros modelos decorativos de Serlio fueron utilizados por el lego fray Antonio Rodríguez, en la segunda mitad del XVII, en la decoración del intradós de las bóvedas del santuario de Guápulo. Un último eco de la influencia del tratadista boloñés, por medio de sus expresivas portadas, parece sentirse en la portada de la capilla Villasis del convento franciscano.

Jacopo Vignola, el otro tratadista italiano, fue muy tenido en cuenta, según se ve en la portada de la portería del convento de San Francisco, que copia casi exactamente la del palacio de la Caprarola. Otros modelos italianos se ven claramente en la puerta de la sacristía de la citada capilla de Villasis, en la que intervino el lego fray Antonio Rodríguez en 1659.

De todos los monumentos quiteños, uno de los que muestra mayores influencias italianas es el opus magnum de la iglesia de la Compañía de Jesús, cuya planta es tan parecida a la de la iglesia romana de San Ignacio que se llegó a pensar que fuera copia, pero la verdad es que antes de que Domenico Zampieri diseñara los planos del templo romano, la iglesia quiteña estaba en construcción. El primer arquitecto documentado fue el hermano Gil de Madrigal, que acabó el crucero en 1634, pero se ignora si fue el autor de los planos.

Frente a los purismos italianizantes en las obras quiteñas del s. XVII, contrastan los mudejarismos, ya arraigados en Quito durante el siglo anterior; la estructura italiana de la iglesia de la Compañía fue decorada interiormente con aplicaciones de estuco que evocan composiciones moriscas, aunque diferentes de las que pudieran hallarse en tratados como el de López de Arenas. Estas decoraciones cubren todos los elementos estructurales para producir el característico horror vacui.

El mudejarismo de raigambre hispalense, ya observado en el claustro de San Francisco durante el s. XVI, se muestra en los claustros de San Diego y de Santo Domingo, subrayado por el hecho de usar pilares ochavados en lugar de columnas. Como claustro original puede mencionarse el de San Agustín, en cuya galería superior hay arcos mayores y menores en alternancia, modalidad que fue imitada en Perú. Las columnas tienen una notoriedad que merece ser comentada; se trata del más antiguo ejemplar de columna panzuda en piedra realizado en Hispanoamérica; este tipo de soporte tuvo su más alta manifestación en Venezuela durante el s. XVIII, pero no es barroco sino que se trata de una variante de la columna abalaustrada.

El historiador ecuatoriano Navarro fue el primero en darle nombre tan característico. No parece aceptable la teoría de Moeller que pretendió explicarla como una estilización fitomorfa, así que vendría a ser una imitación del tronco de ceiba o del charaguamo; Palm, con más acierto, vio para el caso quiteño una derivación flamenca, lo que se explicaría por la tradición de este tipo que diera fray Jodoco Ricke.

El siglo XVIII
Durante el s. XVIII se continuó en la arquitectura la corriente italianizante, que dejó su mejor muestra en la imponente fachada del templo de la Compañía; sus artífices fueron el padre Leonardo Deubler, que empezó su tarea en 1722, y la continuó el hermano Venancio Gandolfi, que la terminó en 1765. Su esquema recuerda la fachada de los templos romanos del Gesù y de San Ignacio; de sus elementos decorativos el más llamativo son las columnas salomónicas de fuste tripartito, relacionadas con las que diseñó Gian Lorenzo Bernini para el tabernáculo de la basílica de San Pedro de Roma. La obra del templo jesuítico produjo tal impacto que hasta en el mismo Quito se hizo una imitación durante ese siglo, tal es la iglesia de la Merced (1701-1733). Los formalismos estilísticos del barroco dieciochesco se manifiestan en las portadas de la arquitectura tanto civil como eclesiástica, sin que podamos dar ningún ejemplo como excepcional.

La talla decorativa de retablos y otros muebles religiosos
El retablo en Quito es un capítulo importante, porque demuestra la pujanza y brillo de la artesanía de esta ciudad. En su desarrollo confluyen dos corrientes: la española y la italiana; el retablo más importante del s. XVII es el mayor de San Francisco, que ya sufrió una transformación en 1713. En el s. XVIII triunfó la columna salomónica, que alcanzó su mayor manifestación en los retablos de la iglesia de la Compañía, inspirados en la obra del jesuita italiano Andrea Pozzo.

Además del retablo, hay que considerar otros elementos eclesiásticos como púlpitos, cancelas y tribunas, con numerosos elementos decorativos, que merecen un estudio. Son frecuentes los soportes antropomorfos derivados de prototipos manieristas y casi no existen estípites; atención especial merece un retablo de la iglesia del Hospital, cuyos soportes derivan del pilastrón abalaustrado de Serlio; es el único ejemplar de este tipo conocido en la ciudad. Nada como estos muebles y elementos decorativos para admirar el virtuosismo y la técnica de la talla en Quito; la de estilo barroco impresionó fuertemente al artesanado de esta ciudad, de tal manera que se constituyó en una constante, todavía vigente.

Pintura y escultura
La pintura y la escultura estuvieron representadas en los siglos XVII y XVIII por grandes maestros, que dieron lugar a la conocida como Escuela quiteña. La escultura quiteña se relaciona con la española, así que el material empleado es la madera. El influjo predominante fue el de Sevilla, aunque la policromía brillante era similar a la de los maestros castellanos de la época de Pedro Berruguete. Esto último quizá se explique porque el primer escultor de prestigio que trabajó en Quito fue el madrileño Diego de Robles (1571), quien luego tuvo como colaborador al pintor y escultor Luis de Rivera. En los primeros años del s. XVII se sitúan las sillerías de San Francisco y de San Agustín, con la decoración geométrica característica del manierismo y unos bajorrelieves de mediano interés artístico, pero que son el antecedente de la obra del padre Carlos.

Por lo que respecta a la pintura, no conocemos nada de lo producido por la escuela fundada por los franciscanos flamencos; ello sería interesante para saber algo del nacimiento de la escuela quiteña. Entre los pintores españoles establecidos en Quito puede citarse a Miguel de Belalcázar, hijo del fundador de la ciudad; el más afortunado fue Adrián Sánchez Galque, del que se conserva un cuadro suyo; representa los retratos de la familia Arobe, obra interesante por su valor etnográfico. Quiteño es fray Pedro Bedón, que aprendió en Lima con Mateo Pérez de Alesio; en sus numerosas obras se advierte su formación romanista.

En el s. XVII, destacan Mateo Mexía, el hermano Hernando de la Cruz, fray Domingo de Brieva y fray Tomás del Castillo, precedentes inmediatos de Miguel de Santiago y de Nicolás Javier de Goríbar. Quito, la ciudad artesana por antonomasia, mantuvo en sus talleres una febril actividad, así que su producción fue copiosa hasta fines del periodo hispánico. Esculturas y pinturas quiteñas se exportaron a toda América; cuando no, los viajeros y anticuarios completaron esta dispersión; sobre la difusión de lo quiteño es significativo el hecho documentado de que desde Guayaquil salieron en 1779-1787 más de 200 cajones de cuadros e imágenes.

Historia
En sus orígenes, Quito fue la capital de los indios quitus, de donde proviene su nombre. Posteriormente, fue invadida por Huayna Cápac, que la convirtió en la nueva capital del imperio inca. A su muerte, se la entregó a su hijo Atahualpa (1526), mientras que al hermano de éste, Huáscar, le dio Cuzco (Perú).

La rivalidad entre ambos hermanos por la hegemonía del imperio dio lugar a una cruenta guerra; al caer Atahualpa prisionero de los españoles (1526), Rumiñahui se hizo fuerte en la ciudad. Sin embargo, el 25-XII-1533 Sebastián de Belalcázar la conquistó, y un año más tarde, el mismo conquistador fundó en Liribamba la villa de Santiago de Quito, aunque ese mismo año fue trasladada al antiguo Quito y recibió el nombre de San Francisco de Quito (6 de diciembre de 1534).

Sede episcopal (1544), dependió primero del virreinato del Perú como capital de la gobernación de su nombre (desde 1556), y más adelante como sede de una Real Audiencia, creada por Felipe II de España en 1563.

Residencia de la aristocracia terrateniente de la sierra, la agricultura y la industria textil la enriquecieron, aunque a lo largo de los siglos XVII y XVIII sufrió varias epidemias de peste (1759) que redujeron su población, una de las más importantes de Hispanoamérica.

Entre 1710 y 1722, y desde 1739, la audiencia de Quito estuvo incorporada al virreinato de Nueva Granada. En 1776 se creó la intendencia de Quito, cargo desempeñado por el presidente de la audiencia. En 1797 sufrió las consecuencias de un terremoto.

Influida por la Ilustración, en 1809 surgió en Quito el primer brote independentista, dirigido por la aristocracia criolla, y fundamentalmente por la figura de Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo, uno de sus precursores.

Ese mismo año se instauró una Junta de Gobierno, pero tres años más tarde fue invadida por los realistas, quienes la tomaron el 8 de noviembre de 1812. Los ecuatorianos, en el año 1820, firmaron en Guayaquil el acta de independencia y reanudaron la lucha. El general Antonio José de Sucre ganó la batalla de Pichincha en 1822, con lo que quedaba sellada la independencia de Quito.

La Audiencia de Quito se incorporó a la Gran Colombia, de la que saldría al poco tiempo (1830), al triunfar la secesión y nacimiento de la República del Ecuador. Quito fue declarada capital del nuevo Estado, y mantuvo su hegemonía frente a Guayaquil. Las divergencias entre estas ciudades estuvieron motivadas por la posición conservadora de Quito, frente a la liberal de Guayaquil.

Las revoluciones liberales de 1845 y 1895 colocaron a Guayaquil a la cabeza, pero Quito siguió siendo la capital. La aparición de un movimiento obrero importante en 1919 no logró reducir el poder de la aristocracia quiteña. Y todavía en 1925, un levantamiento militar en Quito tuvo como trasfondo la rivalidad con Guayaquil. A partir de estos acontecimientos se reactivó la vida económica y social quiteña.

Archidiócesis de Quito
El obispado de Quito, elevado a archidiócesis en 1848 (Archidiócesis quitensis), siempre ha sido de hecho la sede primada del Ecuador —en más de dos siglos la única— y alma de la historia eclesiástica nacional. La ciudad de San Francisco de Quito fue elegida por el emperador Carlos V como capital de una de las primeras diócesis en la costa del océano Pacífico. Paulo III la erigió por bula del 8-I-1545, ejecutada el 13-IV-1546. Los límites dispuestos por el patrono real y recogidos en la bula abarcaban al N. y al S. territorios actualmente colombianos y peruanos. La frontera oriental quedaba abierta hasta donde se descubriere. En virtud de esta cláusula, la jurisdicción del obispado alcanzó hasta el corazón de la hoya amazónica, donde vastas extensiones estaban enteramente a cargo de los misioneros.

Si se prescinde de la compleja historia de los territorios de misión hasta su situación actual y de la segregación por razones políticas de la provincia colombiana de Pasto, quedan motivos de estricta conveniencia pastoral como determinantes de las sucesivas desmembraciones.

Éstas se sitúan en tres momentos históricos precisos: colonial el primero, separándose la diócesis de Cuenca en 1786; el segundo, de reforma eclesiástica en el periodo republicano, cuando a instancias del presidente Gabriel García Moreno, Pío IX erigió en 1862 las diócesis de Ibarra al N. y de Riobamba al S.; moderno el tercero, a impulsos de la conveniencia de hacer coincidir las demarcaciones eclesiásticas con las provincias civiles, lo cual origina las diócesis de Ambato (1948), Guaranda (1957), Latacunga (1964) y Tulcán (1965). Con ello, la diócesis de Quito se circunscribe a la provincia de Pichincha, con más de 3 millones de almas, bautizadas todas en rito católico, a excepción de escasos millares.

El Siglo de Oro fue un periodo de gran energía creadora (ss. XVI-XVII). La evangelización se realizó de modo intenso y abnegado; las crónicas hablan de jornadas en que los obispos administraban 15.000 confirmaciones. Bajo la dirección de los dos primeros prelados, Garcí Díaz de Arias y fray Pedro de la Peña, el clero secular y regular había establecido, en 1580, 136 doctrinas para indios, además de parroquias rurales y urbanas en villas y ciudades. La presencia de la Iglesia católica, en el complejo juego de factores geográficos y políticos, económicos y sociales, alcanzó a fijar una situación todo lo buena que la época podía permitir.

Simultáneamente se alzaban la catedral y los templos quiteños, suntuosos y artísticos; se abrían escuelas y universidades, se formaban bibliotecas, se sucedían las fundaciones de conventos para religiosos y religiosas. En ellos, la fiel observancia cuajaba en frutos de santidad que atrajeron muchas almas; a mediados del s. XVII había en Quito unos 400 sacerdotes religiosos para un total de 30.000 habitantes. La espiritualidad conventual fue el aliento de la virgen Santa Mariana de Jesús. De ese tiempo datan también las arraigadas devociones populares a la Eucaristía y a la Santísima Virgen en varias advocaciones (la Presentación del Quinche, Virgen de Guápulo, etcétera).

Grandes prelados de recuerdo unido a las guerras de la Independencia son monseñor Cuero y Caicedo y monseñor Lasso de la Vega. Al primero correspondió orientar con prudente espíritu sacerdotal la rebeldía iniciada en 1809; al segundo, el arreglo de las relaciones directas con la Santa Sede y la pacificación interna.

De la treintena de arzobispos que ha conocido Quito, monseñor Yerovi tuvo fama de santidad y está en marcha su proceso de beatificación; monseñor Checa y Barba, pastor bueno y seguro en una época difícil, murió envenenado en la misa del Viernes Santo (1877) por arsénico depositado en el vino de celebrar. Federico González Suárez fue un polígrafo de gran valer científico y jugó destacado papel durante la revolución liberal iniciada en 1895. Su magisterio trató de evitar los enfrentamientos armados —condenados de antemano al fracaso de los grupos católicos— auspiciando el respeto a la autoridad constituida. Atacó los postulados doctrinales del liberalismo. Al mismo tiempo defendió la libertad de los fieles cristianos para un pluralismo en las opciones políticas, negando la representación oficial de la Iglesia católica a todo grupo partidista.

Quito es actualmente sede de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y cabeza de provincia de seis diócesis (Ambato, Guaranda, Ibarra, Latacunga, Riobamba y Tulcán). Se fundó una Universidad Católica en 1946 y fue canónicamente erigida en 1954. Tiene varias facultades, así como escuelas e institutos.

Datos de San Francisco de Quito
Capital de Ecuador
Himno: Himno de Quito
Otros nombres: Carita de Dios, Mitad del Mundo, El Alma del Mundo, Luz de América.

San Francisco de Quito

Entidad
• País Capital
Bandera de Ecuador Ecuador
Fundación

Distrito Metropolitano

6 de diciembre de 1534, por Sebastián de Belalcázar.
Superficie
• Total
352 (Urbana) km²
4 183 (Metropolitana) km²
Población
• Total Puesto 2º
2.735.987 hab. (2019) 3
Gentilicio quiteños

Autor: Cambó

1 comentario en «Quito»

  1. Aparte de la Iglesia de la Compañia de Jesus, dos monumentos que se guardaron en mi memoria de Quito fueron: Basílica del Voto Nacional (también llamada de la Consagración de Jesús, o Basílica de San Juan, por el sector en el que está ubicada). Edificio religioso de estilo neogótico del centro histórico de la ciudad de Quito.

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