Indigenismo

Indigenismo en Ecuador en Ecuador

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Las ideologías del indigenismo tienen profundas raíces en la historia y la cultura latinoamericanas. Durante la primera mitad del siglo XX, surgió como una fuerte fuerza política en México y Perú. Su importancia se extendió más allá de estos países para convertirse en una parte importante de los movimientos revolucionarios de Guatemala y Bolivia en la década de 1950. El indigenismo, sin embargo, no ha jugado un papel tan importante en Ecuador como en otros países con grandes poblaciones indígenas. Basado en una lectura crítica de los primeros escritos indigenistas en Ecuador, e informado tanto por importantes pensadores indigenistas en otros países como por las críticas actuales de los indígenas a esta corriente intelectual, este trabajo examinará las raíces y el desarrollo de las ideologías indigenistas en el contexto ecuatoriano.

En Ecuador, como en otros lugares, surgieron diversas corrientes de indigenismo durante el siglo XX. El más significativo, sin duda, es el indigenismo literario. La novela Huasipungo, de Jorge Icaza, se utiliza a menudo para tipificar este estilo de literatura. Aunque no tan significativos como en Perú y México, hubo importantes estudios académicos que se inscriben en la modalidad del indigenismo, particularmente en los campos de la sociología, la antropología y la historia. Los partidos políticos de izquierda, en particular el Partido Socialista Ecuatoriano (PSE), y más tarde la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI), introdujeron las cuestiones indígenas como parte central de sus programas políticos. Las instituciones, sobre todo el Instituto Indigenista Ecuatoriano (IIE), también formaron parte importante del indigenismo ecuatoriano. Finalmente, las políticas estatales indigenistas (que algunos considerarían la construcción central de la ideología indigenista) nunca fueron un elemento principal de un gobierno ecuatoriano, pero sin embargo deben ser consideradas en un estudio de este tipo. El hilo conductor de estos diversos aspectos del pensamiento indigenista es la presencia de foráneos bien intencionados cuyas acciones adquirían tintes paternalistas.

Intelectuales indigenistas ecuatorianos

El primer autor de Ecuador que trató de manera seria los temas de la población indígena fue el sacerdote jesuita Padre Juan de Velasco. Escribió su Historia del Reyno de Quito en Italia tras la expulsión de los jesuitas de América Latina en 1767. Aunque esta obra ha sido atacada a menudo por ser inexacta en su descripción de la historia de Ecuador antes de los españoles, es significativa porque intentó dar a los ecuatorianos su propia historia. Con ello pretendía contribuir a crear un mito de nación criolla ecuatoriana que justificara la creación de un Estado ecuatoriano. Se opuso a la idea de que Europa y las civilizaciones europeas eran superiores a las de América. En este sentido, destacó el valor de las Américas y de las poblaciones amerindias.

Un segundo historiador ecuatoriano importante que vivió un siglo después fue Federico Gonzálo Suárez. En sus diversas obras, la más significativa de las cuales es la Historia general de la República del Ecuador, Gonzálo Suárez examinó la arqueología y la historia etnográfica de los grupos indígenas de Ecuador. Gonzálo Suárez formó a Jacinto Jijón y Caamaño, que más tarde se convertiría en el arqueólogo más destacado de Ecuador. Juntos ayudaron a sentar las bases de las posteriores investigaciones sobre las poblaciones indígenas de Ecuador. Aunque trabajaron antes de que el movimiento indigenista existiera como fuerza intelectual en América Latina, estos hombres compartieron el interés de los autores indigenistas posteriores por las poblaciones indígenas y los problemas a los que se enfrentaban. Además, sus investigaciones ayudaron a sentar las bases para los posteriores estudios de ciencias sociales de los autores indigenistas.

Existen pocos trabajos significativos que analicen la sociedad indígena ecuatoriana desde una perspectiva indigenista. Aunque estos primeros autores se ocuparon de las cuestiones indígenas y denunciaron ocasionalmente los abusos contra las poblaciones indígenas, no lo hicieron de manera exhaustiva y sistemática. No fue hasta la década de 1920 que surgieron las raíces de un movimiento indigenista claramente definido en Ecuador. La figura más significativa en la historia del pensamiento indigenista ecuatoriano fue Pío Jaramillo Alvarado. Jaramillo nació en Loja, en la sierra sur ecuatoriana, en 1894, donde se doctoró en Jurisprudencia y Ciencias Sociales. Gonzalo Rubio Orbe lo ha llamado el «apóstol laico del indigenismo en el Ecuador».

Además de ser considerado el fundador del indigenismo ecuatoriano, en 1922 Jaramillo escribió El indio ecuatoriano que es la obra fundamental del movimiento indigenista ecuatoriano. Corrigió y amplió esta obra en ediciones posteriores hasta llegar a su forma definitiva en la cuarta edición de 1954. En 1983 la Corporación Editora Nacional publicó esta obra en dos volúmenes que incluían un prólogo de treinta páginas de Gonzalo Rubio Orbe en el que reflexionaba sobre la importancia de la obra. El subtítulo del libro, Contribución al estudio de la Sociología Indo-Americana, indica tanto el enfoque sociológico de Jaramillo sobre el tema como el carácter panacional del libro. En su forma original, este libro, como muchos otros de autores indigenistas en Ecuador, sólo mencionaba a Ecuador de pasada o situaba deliberadamente la situación de los indios en Ecuador en un contexto continental más amplio. A medida que fue ampliando la obra, Jaramillo incluyó más información sobre Ecuador. En su forma final, el libro incluía cinco secciones: «El Indio», «Controversia sobre el Indio», «El Agro», «Organización del trabajo indígena» y «Acotaciones finales».

Jaramillo glorificó el pasado indígena y defendió con pasión los derechos de los indígenas frente a la explotación económica, política y social. Trabajó incansablemente para condenar esa injusticia y opresión. Pero Jaramillo conservó elementos del outsider paternalista que tanto tipificaba un indigenismo que veía a los indios como un «problema». Creía que la gran población indígena rural de Ecuador era el mayor problema del país. La explotación a la que se enfrentaban los indios les impedía desarrollar todo su potencial económico. La solución a esta situación, según Jaramillo, no era la defensa y preservación de las culturas, valores y sistemas económicos tradicionales, sino su introducción y asimilación a la cultura «moderna» de orientación europea. No creía que los propios indios fueran capaces de realizar estos cambios necesarios, sino que era responsabilidad de la población blanca dominante y del gobierno nacional instituir estos cambios.

Esta posición activista llevó a Jaramillo no sólo a escribir sobre la situación de los indios en Ecuador, sino también a agitar a nivel político para lograr cambios legislativos. Jaramillo ayudó a fundar la rama ecuatoriana del Instituto Indigenista Interamericano y fue su director desde su concepción inicial en 1941 hasta 1960. Sin embargo, sus esfuerzos por lograr cambios en el ámbito político tuvieron un éxito muy limitado (debido a la persistente falta de recursos financieros, según él), y es más conocido por sus contribuciones intelectuales y su influencia en los indigenistas posteriores.

Jaramillo no fue el único intelectual indigenista importante en Ecuador. El libro de Luis Monsalve Pozo, de 1943, El indio; cuestiones de su vida y de su pasión, analizaba las sociedades y culturas indígenas desde un punto de vista histórico y económico para presentar cambios recomendados en las políticas de Ecuador hacia la población indígena. Alfredo y Piedad Costales también aportaron voluminosos estudios etnográficos sobre las culturas ecuatorianas. La obra de Costales no presenta una orientación ideológica clara, pero su trabajo ha contribuido a preservar una valoración cultural de las poblaciones indígenas de Ecuador. Jaramillo, sin embargo, fue uno de los primeros intelectuales indigenistas y su influencia en autores posteriores es evidente.

El alumno más importante de Jaramillo fue Gonzalo Rubio Orbe. Rubio Orbe, fuertemente influenciado por las tendencias de las ciencias sociales en México, se convirtió en el principal antropólogo indigenista de Ecuador. Una de sus contribuciones más importantes fue la introducción de elementos de la política indigenista en Ecuador. En particular, Rubio Orbe se desempeñó como director del III en México de 1971 a 1977. Sus trabajos representan algunas de las primeras evaluaciones antropológicas de las sociedades indígenas en Ecuador. Punyaro (1956) es un estudio de caso de una pequeña comunidad de la sierra norte que examina la religión, la cultura material y los aspectos políticos y económicos de la vida indígena. Promociones indígenas en América (1957) fue el resultado de un estudio que los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Perú encargaron en 1952 para estudiar la vida indígena en los Andes y elaborar sugerencias políticas que las organizaciones internacionales pudieran aplicar en la región. Rubio Orbe reunió una «Misión Indigenista de los Andes» que llevó a cabo esta investigación, que posteriormente se amplió para incluir también a México. La sección sobre Ecuador del libro resultante se centra en Otavalo (la zona general que Rubio Orbe estudió en Punyaro y también la ciudad en la que nació) y analiza el impacto de las misiones religiosas en la población indígena.

Aspectos indígenas (1965) se asemeja a Promociones indígenas en América en el sentido de que es un informe basado en parte en un cuestionario y un estudio que el Instituto Indigenista Interamericano había encargado. A diferencia del trabajo anterior, que se centraba casi exclusivamente en la zona de Otavalo, este estudio presentaba un amplio análisis histórico y actual de los grupos indígenas de todo Ecuador. El libro es en realidad una colección de tres ensayos, y el primero y más largo, que comprende más de la mitad del libro, se titula «Indígenas del Ecuador» y es el resultado del III estudio. Dos ensayos más cortos («Educación e integración de grupos indígenas en América» y «La Población indígena en el destino de América») demuestran su interés más amplio por cuestiones que trascienden su contexto ecuatoriano inmediato.

Siguiendo las sugerencias del III, el ensayo «Indígenas del Ecuador» repasa la historia y la distribución geográfica de las poblaciones indígenas en Ecuador, considera su situación actual, examina las actitudes gubernamentales hacia ellas, así como las acciones de las organizaciones no gubernamentales que trabajaban en temas indígenas, y cierra con una extensa (353 artículos) bibliografía sobre el indigenismo en Ecuador.

El último libro de Rubio Orbe en su larga carrera de examen de las cuestiones indígenas en Ecuador fue Los indios ecuatorianos: Evolución histórica y políticas indigenistas (1987). Su alcance es similar al de Aspectos indígenas. La primera parte es una síntesis histórica de la historia de las poblaciones indígenas en Ecuador. La segunda parte analiza los cambios en el pensamiento, la política y las estrategias de los indigenistas en Ecuador a través del tiempo.

Una de las obras indigenistas más significativas sobre el Ecuador fue escrita por el mexicano Moisés Sáenz. Su libro de 1933 Sobre el indio ecuatoriano presentó un estudio sociológico de los pueblos indígenas en la costa, en la sierra y en la Amazonía. Es evidente que Sáenz es partidario de un proyecto civilizador y asimilador de los indios ecuatorianos. Considera que los otavaleños y lojaños son «no sólo perfectamente capaces de entrar en la vida nacional, sino también un elemento muy valioso para la nación». Sáenz propuso una mezcla de reformas legislativas, educativas, religiosas y económicas para mejorar la situación de los indios en la sociedad ecuatoriana.

Casi todos los estudios indigenistas clásicos en Ecuador se centraron en la situación de los indios de la sierra. Una importante excepción a esta tendencia fue el libro de José de la Cuadra de 1937, El montuvio ecuatoriano. De la Cuadra tipificó a estos habitantes rurales de la costa, que eran descendientes mixtos de indios, africanos y españoles, como más agresivos e independientes que los indios de la sierra. Aunque estaban dispuestos a renunciar a sus culturas tradicionales en un intento de mejorar su situación económica, De la Cuadra seguía creyendo que era necesaria la intervención exterior del gobierno ecuatoriano y de blancos simpatizantes para mejorar su situación.

Casi todos los indigenistas, no sólo en Ecuador sino en toda América, han sido blancos foráneos. Una importante excepción a esta regla general en Ecuador fue Segundo B. Maiguashca, un indio que estudió derecho y en 1949 escribió El indio, cerebro y corazón de América; incorporación del indio a la cultura nacional. La orientación ideológica básica de Maiguashca se refleja en el título de su libro. Luchó contra el racismo de los blancos contra los indios. Sin embargo, su objetivo no era defender la cultura tradicional, sino buscar formas de mejorar su situación mediante la incorporación a la cultura nacional. No era partidario de la asimilación forzosa, sino que creía que la mejor manera de alcanzar este objetivo era mediante una legislación gubernamental especial que creara oportunidades económicas, legales y educativas favorables para los indios.

La mayoría de estos primeros indigenistas en Ecuador pueden contrastarse notablemente con el pensamiento de José Carlos Mariátegui. Este autor, Mariátegui era un indigenista en el sentido clásico, ya que era un intelectual mestizo urbano que tenía poco contacto con los habitantes indígenas de la sierra peruana. Aun así, no presenta los peores elementos de paternalismo y asimilación que son evidentes en sus homólogos ecuatorianos. Esto es aún más sorprendente si se tiene en cuenta que Mariátegui presentó sus ideas relativamente más ilustradas y progresistas en la década de 1920, años antes de que la mayoría de los indigenistas escribieran en las décadas de 1930 a 1950 en Ecuador. ¿A qué puede deberse esta diferencia? Una posible explicación es que Ecuador carecía de la identificación con la formación del alto estado del Imperio Inka que existía en Perú y Bolivia. En esos países, un grito de guerra común era recuperar el «Tawantinsuyu», el legendario Imperio Inka. Esto es evidente en el llamamiento de Mariátegui a construir una nueva sociedad sobre la base de la estructura tradicional del ayllu. Aunque esta formación estatal de alto nivel también trajo consigo abusos y cierto grado de represión sobre la población en general, mucha gente generalmente identificó la formación estatal con algo positivo y digno de respeto. En Ecuador, que carecía de esa tradición de grandes civilizaciones indígenas, la mayoría de la gente veía el pasado indígena como algo que debía superarse en lugar de afirmarse. Si los indigenistas en Ecuador no podían identificar elementos de la sociedad indígena en su país que fueran dignos de defensa, es lógico que favorecieran la asimilación y la aculturación para mejorar su situación.

Los autores indigenistas posteriores en Ecuador muestran una clara y directa influencia del indigenismo mexicano. Se trata de obras de los años 70 como Hugo Burgos Guevara, Relaciones interétnicas en Riobamba. Dominio y dependencia en una región indígena ecuatoriana y Gladys Villavicencio Rivadeneira, Relaciones interétnicas en Otavalo-Ecuador. [¿Una nacionalidad india en formación? Tanto Burgos como Villavicencio estudiaron antropología cultural en México, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, con el destacado indigenista mexicano Aguirre Beltrán.

Instituto Indigenista Ecuatoriano (1943)

La institucionalización de la ideología indigenista se produjo a menudo mediante la creación de organizaciones privadas o la imposición de políticas estatales. Ambas favorecieron la realización de una misión civilizadora a través de programas gubernamentales como las campañas de educación, la ampliación de las oportunidades económicas, los programas de reforma agraria y la incorporación de los indios a la vida social y política del Estado-nación. A menudo, la principal diferencia entre estos esfuerzos en la esfera pública y privada era el grado de control que ejercía el Estado para imponer su voluntad.

A diferencia del gobierno de Cárdenas en México en la década de 1930 o del gobierno militar revolucionario en la década de 1970 en Perú, Ecuador nunca ha experimentado una administración nacional que asumiera una ideología clara de indigenismo. Tal vez lo más cercano a esto sean las reformas liberales que impuso Eloy Alfaro al asumir el poder en 1895. Estas reformas favorecieron la mejora de la situación de las masas rurales aisladas de Ecuador, pero esto fue antes del desarrollo de una corriente intelectual claramente identificable como parte del indigenismo.

Como resultado del Congreso de Pátzcuaro de 1940 en México, un grupo de indigenistas ecuatorianos fundó el Instituto Indigenista Ecuatoriano (IIE) en 1943 como la rama ecuatoriana del Instituto Indigenista Interamericano con sede en Ciudad de México. Como es lógico, Jaramillo Alvarado fue elegido primer director del IIE. En estrecha colaboración con el III de México, el IIE se esforzó por difundir el ideal indigenista: «liberar al indio de la esclavitud en que vive» y lo hizo mediante acciones como el patrocinio de mesas redondas, la publicación de una revista titulada Atahualpa y otros materiales, y la promoción de la creación de un departamento gubernamental de asuntos indígenas y otras reformas legales. Además, este grupo ayudó con recursos legales en nombre de las comunidades indígenas y trató de formar a «expertos» en cuestiones indígenas.

Ecuador también patrocinó el V Congreso Indígena en Quito en octubre de 1964. Asistieron al Congreso delegados oficiales de dieciocho países (México, El Salvador, Uruguay, Nicaragua, Estados Unidos, Guatemala, Perú, República Dominicana, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Chile, Argentina, Venezuela, Colombia, Honduras, Brasil y Panamá). Lo que llama la atención de la lista de delegados de esta conferencia es la ausencia general de personas que representen a grupos indígenas. Las delegaciones oficiales de El Salvador, República Dominicana, Paraguay, Honduras y Panamá estaban compuestas en su totalidad por el embajador de ese país en Ecuador; Uruguay y Brasil estaban dirigidos por funcionarios diplomáticos similares en Ecuador; y los embajadores también encabezaban las delegaciones de Estados Unidos, Guatemala, Perú y Colombia. La mayoría de las delegaciones restantes (México, Nicaragua, Ecuador y Bolivia) estuvieron encabezadas por los directores del instituto nacional indigenista de cada país. Chile y Argentina enviaron a funcionarios gubernamentales de sus respectivos países con trabajos relacionados con la temática indígena, y la delegación del país restante (Venezuela) estuvo encabezada por un funcionario religioso. Asimismo, los demás delegados y observadores fueron en su mayoría funcionarios gubernamentales, dirigentes de institutos indigenistas nacionales, líderes religiosos y académicos. Además, vinieron representantes del Instituto Lingüístico de Verano (ILV) de México, Guatemala, Perú y Ecuador. De hecho, los únicos delegados que figuraban como representantes formales de grupos indígenas procedían de Estados Unidos, con cuatro delegados que representaban a varios gobiernos tribales. Además, la lista de Ecuador incluye a diez personas con el título de «Observador Indígena».

Quizá el producto más visible y duradero del indigenismo ecuatoriano sea la Plaza Indoaméricana de Quito. En esta plaza se encuentran veintiún bustos de bronce de héroes indígenas americanos, uno de cada país de América. La idea de este proyecto de construir un monumento en honor a los héroes indígenas fue desarrollada en 1959 por Enrique Garcés, que era presidente de la Unión Nacional de Periodistas. Consiguió el apoyo para este proyecto del alcalde de Quito y otros funcionarios. Pero aparentemente, como era típico en las acciones indigenistas, los pueblos indígenas de Ecuador ni de otros países participaron en la construcción de este proyecto. Más bien, los bustos llegaron de otros países gracias a las gestiones de embajadores, organizaciones culturales y, sobre todo, periodistas. La inauguración de la plaza comenzó en 1961 con el montaje de un busto de Rumiñahui, el general inka de Atahualpa en Ecuador en la época de la conquista española. Trece años más tarde, el proyecto se completó con un busto de Hatuey, el cacique cubano que lideró la resistencia indígena contra la conquista española de la isla y que fue quemado en la hoguera en 1511 tras elegir ir al infierno en lugar de al cielo donde estarían los españoles.

Literatura indigenista ecuatoriana

Además de estos historiadores, antropólogos y otros estudiosos, Ecuador también cuenta con un grupo de novelistas cuyas obras fueron influenciadas por las corrientes intelectuales indigenistas. Claudio Malo González ha señalado que tal vez sea en el ámbito de la literatura, y no en el de la antropología, la sociología o la política, donde el indigenismo en Ecuador ha alcanzado su mayor nivel de expresión. Sin embargo, las descripciones sociológicas de Jaramillo sobre el sufrimiento de los indios en El indio ecuatoriano tuvieron una fuerte influencia en el desarrollo de los temas de la literatura indigenista en Ecuador.

En un estudio sobre la literatura indigenista en los Andes, Leon Bright contrasta «la novela indianista, que presenta al indio de forma romántica como un noble salvaje» con «la novela indigenista que intenta dar cuenta de forma realista de los sufrimientos de la población nativa en su lucha por conseguir la justicia social». Ejemplos de la novela indianista, según Bright, son las obras de James Fenimore Cooper o la novela Cumandá, del autor ecuatoriano Juan León Mera, de 1879, que es una historia de amor romántica de un indio shuar en el Amazonas. Antonio Sacoto también hace esta clara distinción literaria entre la literatura indianista y la indigenista, y construye todo su libro sobre el papel de los indios en la literatura ecuatoriana en torno a la comparación de Cumandá de Mera que es un ejemplo de la primera y Huasipungo de Jorge Icaza como ejemplo de la segunda.

La obra Plata y bronce de Fernando Chaves, de 1927, es considerada generalmente como la primera novela indigenista ecuatoriana. Sin embargo, el ejemplo más conocido de esta tradición es Jorge Icaza, cuya novela Huasipungo, de 1934, se considera el principal ejemplo de la novela indigenista ecuatoriana. Esta obra es una de las novelas más conocidas de Ecuador y ayudó a definir la naturaleza de la literatura indigenista en América Latina. La novela se centra en la persecución y la opresión que los campesinos pobres de la sierra (huasipungeros) sufrían a manos de los grandes terratenientes y la represión a la que se enfrentaban cuando se levantaban en defensa de sus pequeñas parcelas.

El apogeo de la actividad indigenista en Ecuador se extendió desde la década de 1930 hasta la de 1950, y quizás tuvo su punto culminante en 1964, cuando el Instituto Indigenista Interamericano celebró su V Congreso en Quito. Aunque algunos escritos y acciones claramente identificables como indigenistas siguieron apareciendo en las décadas de 1970 y 1980, el surgimiento de las federaciones étnicas a partir de la década de 1960 superó en importancia a las acciones indigenistas. Para los observadores astutos, este cambio de dinámica fue sin duda muy claro. Como ya se ha señalado, el V Congreso del III estuvo dominado por los blancos de fuera. Sin embargo, en las actas publicadas del Congreso hay una foto titulada «La Delegación Indígena del Ecuador» con una nota debajo que dice «El interés demostrado por esos delegados aborígenes por los asuntos tratados fue una verdadera revelación». A partir de la década de 1960, los pueblos indígenas de todo Ecuador comenzaron a organizarse en organizaciones y confederaciones para defender sus culturas nativas, sus tierras tradicionales y sus derechos humanos. Algunos de los movimientos indígenas más tempranos y mejor organizados surgieron en la cuenca del Alto Amazonas ecuatoriano, especialmente la Federación Shuar, fundada en 1964. En 1980, la Federación Shuar y otros grupos amazónicos se reunieron en la Primera Conferencia Regional de Naciones Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana para formar la CONFENIAE, la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana, con el fin de luchar por sus intereses comunes. En 1986, grupos indígenas de todo el Ecuador se unieron para formar la CONAIE, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, una organización indígena panecuatoriana que por primera vez reunía a todos los pueblos indígenas del Ecuador bajo una organización paraguas que ellos mismos controlaban. En mayo de 1990, la CONAIE lideró un levantamiento indígena a nivel nacional que paralizó el país durante una semana para reivindicar sus demandas como indígenas. La autoorganización indígena sustituyó a la necesidad de que intervinieran personas ajenas e intermediarias en nombre de los pueblos indígenas de Ecuador.

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