Cultura Quito Quichua

Cultura Quito Quichua en Ecuador

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ETNOMAS
Kitu Kichwa; Kitu Runa; Kitu-Kara (puede referirse a un conjunto de diversos grupos que viven en la cuenca de Quito y/o a una organización político-cultural reconocida por el Estado ecuatoriano); Pueblo Indígena Originario del Distrito de Quito; Naturales de Quito (un tanto anticuado y peyorativo); Panzaleo (antiguamente se refería a un grupo étnico o cacicazgo con una lengua propia situado tanto al sur como al oeste de la zona de Quito, ahora se refiere a los indígenas de las provincias de Cotopaxi/Tungurahua).

ORIENTACIÓN
IDENTIFICACIÓN Y LOCALIZACIÓN
«Quichua de Quito» es una categoría amplia y descriptiva que rara vez utilizan los ecuatorianos para referirse a los quichuahablantes o a los de ascendencia indígena demostrable dentro y en los alrededores de los límites de Quito, la capital de Ecuador, situada a unos 2.800 metros al sur de la línea ecuatorial en la provincia de Pichincha. El gobierno ecuatoriano identifica a grandes rasgos el ámbito quichua de Quito como el que abarca unas 64 comunidades de las parroquias del cantón Quito de Nono, Pifo, Píntag, Tumbaco, Pomasqui, Calderón y Zámbiza; y las comunidades de las parroquias del cantón Mejía de Machachi, Aloag, Aloasí, Cutugtlahua, El Chaupi, Tambillo y Manuel Cornejo y Uyumbicho. Según la organización Kitu Kara, que representa a la mayoría de los indígenas de la cuenca de Quito, el cuarenta por ciento de sus tierras aún no están legalizadas.

DEMOGRAFÍA
De los aproximadamente tres millones de personas identificadas como integrantes de la nacionalidad kichwa (quichua) ecuatoriana, en 2008 entre 80.000 y 100.000 fueron identificados como miembros del Pueblo Kitu Kara por el gobierno ecuatoriano. Viven en comunidades delimitadas aproximadamente por los picos de las montañas, con el Cayambe en el extremo norte; el Antisana, el Ilaló y el Illiniza al este; el Cotopaxi al sur; y los volcanes del Pichincha, al oeste. Las aguas fluyen hacia el este desde el Pichincha, llegando finalmente al sistema de drenaje del Alto Amazonas.

FILIACIÓN LINGÜÍSTICA
El quichua (Runa Shimi en lengua quichua) es una de las muchas formas de la gran familia lingüística quechua sudamericana. Si bien sirve como marcador étnico para los quichuas de Quito y/o Kitu Kara Pueblo, se discute si se hablaba en la sierra ecuatoriana antes de la llegada de los invasores incaicos, que la impusieron a finales del siglo XV como una lingua franca del imperio que se sustentaba en la práctica imperial de establecer agrupaciones residenciales de mitimaes o forasteros leales obligados a trasladarse a la región.

HISTORIA Y RELACIONES CULTURALES
Las evidencias de las prospecciones y excavaciones arqueológicas y de los relatos orales recogidos en los relatos etnohistóricos y etnográficos indican que los desplazamientos entre regiones que van desde la Amazonía oriental hasta la costa occidental del Pacífico, así como desde el sur de Mesoamérica y Centroamérica hasta, al menos, el altiplano boliviano, pintaron una compleja paleta de diversidad cultural y lingüística en la región. El fenómeno geofísico de las frecuentes y violentas erupciones volcánicas que sirvieron para cubrir amplias franjas a ambos lados de los volcanes del lado occidental de la cuenca de Quito, así como del volcán Cotopaxi hacia el sur, no puede ser subestimado como una fuerza importante en el desplazamiento y reubicación cultural en el transcurso de muchos siglos. Además de los trastornos producidos por los conflictos humanos por el territorio y los recursos que van desde los tiempos preincaicos hasta la llegada de los incas alrededor de 1460 d.C., pasando por las épocas colonial española (1534-1820), grancolombiana (1820-1830) y nacional ecuatoriana (1830 hasta el presente), la urbanización temprana y continua de la cuenca de Quito ha tenido un impacto rotundo y profundamente arraigado en la naturaleza de la subsistencia, la identidad y la formación política de los quichuas de Quito. Para el siglo XVIII la organización colonial del Corregimiento de Quito estaba conformada por siete barrios urbanos y una treintena de pueblos rurales en los que hoy existen poblaciones diferenciadas, muchas de las cuales están reinventando y/o reforzando su identidad indígena, como San Juan Evangelista de Chimbacalle, Machangarilla, Llano Chico, Llano Grande, Calderón, Chillogallo, Aloag, Aloasí, Machachí, Perucho, San Antonio de Llullumbamba, Lumbisí, Pomasqui, Calacalí, Cotocollao, Guayllabamba, Zámbiza, el Quinche, Yaruquí, Puembo y Pifo, Tumbaco, Cumbayá, Guápulo, Alangasí, Conocotoc, Pintag, Sangolquí, Amaguaña y Uyumbicho.

ASENTAMIENTOS
La geografía política del Ecuador de tierras altas está fuertemente conformada por la presencia de cuencas parciales de fondo de valle ubicadas a través de la doble cordillera andina que atraviesa el país de norte a sur y que se asemeja a los peldaños de una escalera o a los nudos de una cuerda. Cada una de estas cuencas alberga un centro urbano correspondiente a una provincia en torno a la cual se ha establecido, a grandes rasgos, un determinado «tipo» de identidad étnica. Es la cuenca de Quito, situada justo al sur de la línea ecuatorial y atravesada por el río Guayllabamba, la que ha sido identificada como el hogar de los «Kitu-Kara», cuya patria se dice que se encuentra en la interfaz entre el «Otavalo-Caranqui» del centro provincial de Imbabura, Ibarra, y Otavalo, el «Kayambi» o «Cayambe» del norte de la provincia de Pichincha, y el «Panzaleo» de la sede de la cuenca provincial del Cotopaxi, Latacunga, aunque la historia colonial y precolonial apunta a una historia mucho más compleja. Las evidencias arqueológicas y etnohistóricas sugieren que los pueblos nativos de la cuenca de Quito realizaban un comercio continuo no sólo con las cuencas de la sierra sino con los indígenas del oeste y del este (a veces denominados yumbos). Los que controlaban el comercio solían ser identificados como curacas (jefes o caciques de los pueblos, también llamados «señores étnicos») que cooperaban en mayor o menor grado con los incas y posteriormente con los pretendientes españoles para gobernar toda la región. Hoy en día existe un dualismo entre los quichuas quiteños que residen en los barrios urbanos de Quito y pueblos cercanos, y los que viven en las parroquias católicas rurales. En general, se acepta que los primeros hablan poco quichua y han perdido la mayoría de los lazos ancestrales con sus prácticas culturales, mientras que los segundos son considerados como que aún mantienen la marca étnica y la identidad de una manera más auténtica. Lo que constituye la situación actual, en los primeros años del siglo XXI, es una marcada, aunque inconsistente, etnogénesis o búsqueda y afirmación cultural que tiene lugar tanto en las zonas rurales como en las urbanas.

ECONOMÍA
Según la rama de análisis estadístico del gobierno ecuatoriano en 2007, se dice que casi el setenta por ciento de los indígenas de Ecuador viven en la pobreza. Si bien este porcentaje es menor para los que viven en la provincia de Pichincha, donde los índices de pobreza son en general más bajos que en otras partes del país, sigue siendo una estadística importante a tener en cuenta al examinar la economía política y la organización social de los quichuas de Quito.

SUBSISTENCIA
Las prácticas económicas precapitalistas de los residentes de la cuenca de Quito se caracterizaban por la «verticalidad», o las variadas estrategias económicas definidas por el pronunciado gradiente y la proliferación de microzonas ecológicas de toda la región andina. En el siglo XXI este patrón sigue siendo importante, con un pastoreo centrado en el ganado vacuno, ovino y, a veces, en las alpacas y llamas, y el cultivo de tubérculos que caracteriza las zonas ecológicas más altas (3.200-4.000 metros), junto con el cultivo de una variedad de tubérculos. Desde las elevaciones más altas hasta los 2.500 metros, la quinua, las legumbres, los altramuces, el maíz, los frijoles, los capulís, la cabuya y otras especies domesticadas, semidomesticadas y silvestres descienden hacia las zonas ricas y húmedas del piedemonte andino, donde se cultivan y recolectan desde hace mucho tiempo la coca, una gran variedad de frutas y verduras, calabazas, yuca, hierbas, pimientos, yuca y algodón. Animales como el cuy, el conejo, el pecarí y los pájaros siguen siendo criados y/o cazados como fuente de proteínas, junto con peces, insectos y caracoles terrestres.

Aunque la introducción, desde mediados del siglo XVI hasta principios del XX, de nuevos cultivos como el banano, el plátano, el eucalipto, el trigo y la cebada, y de animales domésticos como el cerdo, el ganado vacuno y las ovejas, alteró los ecosistemas y su manejo, la intrusión más perturbadora fue la de las prácticas de trabajo forzado que dificultaron a las comunidades humanas el manejo de recursos variados y nutricionalmente complementarios a lo largo del gradiente vertical de los Andes. Varias subregiones de la cuenca de Quito se asociaron con diferentes tipos de productos y sus residentes humanos con formas de artesanía, especialidades de comercialización, relaciones comerciales y grados concomitantes de misterio y peligro que acompañaban a los productos y al deseo de obtenerlos. Una de las formas más importantes de intercambio fue y sigue siendo el conocimiento de la adivinación, el diagnóstico, la curación y la violencia mágica que se dice que es más frecuente entre algunos pueblos que otros en la cuenca de Quito. Con la llegada de los españoles, los asentamientos dispersos se «redujeron» a comunidades manejables burocráticamente, marcadas con estilos arquitectónicos españoles como plazas y retículas de calles, fijadas simbólica y poderosamente por una iglesia católica y uno o varios edificios de administración gubernamental.

Bajo el sistema de encomienda, por el que los leales a la Corona recibían concesiones de trabajo indígena a cambio de protección militar e instrucción religiosa, se sentaron las bases para la transferencia de las economías basadas en la subsistencia a regímenes de trabajo tributario. Esto se logró por la fuerza bajo un sistema de tributación real construido sobre las formas incaicas y no incaicas de trabajo y producir reciprocidad, conocido por el quichua minga cuando se adjunta a un proyecto de trabajo comunal, mit’a cuando se refiere a un llamado de trabajo rotativo que viene de una autoridad superior, regional; y ayni como reciprocidad generalizada que opera en todos los niveles. Aunque en algunas partes de Ecuador, donde el largo brazo del Estado tenía un alcance limitado, los pueblos nativos podían unirse en «regiones de refugio» de la autoridad española, en la Cuenca de Quito esto era prácticamente imposible y el control español se convirtió en absoluto, uniéndose en una forma de autoridad centrada en el sistema de «hacienda» de producción rural vinculada a los mercados locales, regionales e internacionales. En el siglo XIX, la economía ecuatoriana dependía en gran medida del tributo de los llamados «indios», que ya no estaban protegidos por la práctica del doble estado del imperio español. La mano de obra también se extraía por la fuerza de los esclavos africanos, que llegaron en el siglo XVI con los españoles y que han desempeñado durante mucho tiempo un papel importante (pero poco estudiado) en el sistema económico y en el patrón cultural de los pueblos indígenas de las tierras altas.

Los asentamientos indígenas contemporáneos en la zona de Kitu-Kara/Quito Quichua reflejan historias políticas muy diversas vinculadas a la conversión religiosa, la capacidad de resistir históricamente la incorporación a las economías de las haciendas y la urbanización. Otro factor fue el hecho de que una comunidad pudiera, en virtud de una ley de 1937, reclamar el estatus de comuna y mantener la independencia económica hasta y a través de los trastornos de la reforma agraria de 1964, que todavía hoy constituye un ámbito clave del discurso entre los quichuas de Quito. Aunque las condiciones de esclavitud de la servidumbre de hacienda fueron prohibidas por la reforma, el aumento de la pobreza engendrado por la ruptura de la estructura de subsistencia y la especulación y el robo de tierras concomitantes despojaron a muchos indígenas beneficiarios de la reforma de sus principales fuentes de nutrición, organización social y capital futuro.

El resultado de la reforma, tal como se desarrolló y reverberó entre las comunidades independientes y recién formadas de indígenas en la cuenca de Quito, es un elemento importante en el carácter distintivo encontrado entre (y la competencia y el resentimiento entre) las diversas comunidades quichuas de Quito en la actualidad. Un elemento adicional de «subsistencia» que define a las comunidades quichuas de Quito es el de la migración, ya que los residentes nativos se marchan para mejorar sus vidas en otros lugares y los nuevos residentes -de ascendencia indígena, africana o no indígena- que vienen de todo el Ecuador, a menudo de Colombia, y a veces de otras naciones latinoamericanas como Perú y Bolivia, sustituyen a los «originarios» (habitantes aborígenes) de esos lugares para ocupar puestos de trabajo en los sectores económicos formales e informales que se superponen.

ACTIVIDADES COMERCIALES
Se dice que las prácticas económicas de los pueblos quichuas de Quito están en «transición» entre la economía de subsistencia y la de mercado. La participación en una u otra depende de la zona ecológica en la que se encuentre la comunidad. El cultivo de flores destinadas al mercado internacional es especialmente intenso en esta región. Aunque la fabricación de ladrillos y la quema de madera para obtener carbón vegetal fueron en su día importantes fuentes de ingresos en la región, éstas se han reducido considerablemente desde la década de 1990, salvo en algunas zonas marginales situadas en las afueras de la ciudad.

ARTESANÍA INDUSTRIAL
Los habitantes indígenas de la cuenca de Quito trabajan en una variedad de oficios que van desde el transporte en camión de productos agrícolas, aves de corral y leche en todo Ecuador, hasta el servicio doméstico en hogares de clase media y de élite, pasando por el trabajo en proyectos de obras públicas como carreteras y obras de construcción. Muchos tienen pequeños negocios de venta de comestibles, huevos, ferretería, artículos de fontanería y ropa, mientras que otros tienen talleres de reparación. Los quichuas de Quito trabajan como ferreteros, profesores (con o sin licencia), taxistas, conductores de autobús, empleados domésticos, jardineros, mensajeros, vendedores de mercado, vendedores ambulantes, limpiabotas, vendedores de periódicos y guardias de condominios, hoteles y centros comerciales. Muchos tienen que realizar varios trabajos para sobrevivir. Algunos residentes de Quito trabajan en fábricas de flores; otros trabajan en diversas industrias relacionadas con la presencia de un aeropuerto internacional en Quito, mientras que otros se dedican a nuevas empresas relacionadas con el turismo de las variedades ecológicas y otras. Otros, sobre todo los que no pueden pagar la multa, se dedican al servicio militar, a veces permaneciendo toda su vida.

Mientras que a principios y mediados del siglo XX los habitantes de la cuenca de Quito trabajaban en fábricas de chasis de coches y autobuses, muchas de estas industrias han desaparecido. Una forma de emprendimiento relativamente reciente que está relacionada con los fenómenos globales de migración e intercambio de información es la de montar un pequeño centro de Internet y/o de telefonía de larga distancia dotado de ordenadores y cabinas telefónicas. Aunque un número creciente de urbanitas está involucrado en el crimen organizado, principalmente relacionado con el flujo de drogas a través de los Andes, no hay forma de saber cuántos de ellos son indígenas.

COMERCIO
La cuenca de Quito se ha caracterizado históricamente y prehistóricamente por las vastas redes de comercio que se mueven desde la Amazonía hasta la costa del Pacífico y de regreso. Los principales complejos arqueológicos, tanto en el norte como en el sur de Quito, contienen cerámica producida en toda la región, así como herramientas de piedra, sobre todo de obsidiana procedente de los flujos de la frontera andino-amazónica. La presencia continuada de varios mercados de gran tamaño en la zona de Quito se hace eco de una antigua práctica de reunir los productos y conocimientos de todas las ecozonas.

DIVISIÓN DEL TRABAJO
Hasta finales del siglo XX, los poderosos terratenientes de la sierra extraían la mano de obra de los trabajadores indígenas mediante una serie de relaciones laborales temporales basadas en la aparcería y otras formas de tenencia. Hasta 1964 era común un sistema de servidumbre conocido como concertaje o huasipungaje (peonaje por deudas que era nominalmente «voluntario», pero que implicaba el pago de las deudas heredadas por los miembros de la propia familia a través del trabajo en una hacienda a cambio del uso de una pequeña vivienda y un pedazo de tierra en la propiedad del terrateniente). Dentro de este sistema se mantuvieron algunas formas sociales indígenas, aunque limitadas y distorsionadas por el sistema de poder que las englobaba.

En las comunidades andinas, incluidas las de la región de Quito, todos los miembros de una familia contribuyen al mantenimiento de la casa y las tierras. Los niños atienden a sus hermanos menores, van a buscar agua, alimentan y vigilan a los animales tanto en la casa como en los pastos. Algunos niños trabajan en la calle vendiendo periódicos, caramelos y chicles, o se dedican a pequeñas ventas que contribuyen a la economía familiar. Aunque existe una división del trabajo en función del género (las niñas empiezan a trabajar en el hogar mucho antes y con más regularidad que los niños), la maternidad, el cuidado de los niños, la limpieza, la cocina, la comercialización y el cuidado de los adultos mayores recaen con más regularidad en las mujeres, mientras que los hombres se dedican al trabajo asalariado y/o a las tareas agrícolas más pesadas, la línea divisoria entre las tareas «masculinas» y «femeninas» es flexible, y los hombres suelen echar una mano a las mujeres, y viceversa.

En las comunas y en algunas parroquias rurales, se espera que las familias contribuyan con mano de obra a los proyectos públicos y comunales (por ejemplo, la construcción de caminos, campos de fútbol, acequias, capillas) mediante una «minga» convocada por el consejo de la comuna o «cabildo».

TENENCIA DE LA TIERRA
La tierra es de propiedad privada en los barrios urbanos y en las parroquias rurales. Aunque en las comunas algunas tierras son de propiedad común y se utilizan para la siembra y el pastoreo, a principios del siglo XXI esto se ha vuelto mucho menos común. Las principales organizaciones indígenas de Ecuador, incluidas las que abarcan la región quichua de Quito, apoyan una agenda agraria que se aplica tanto a las zonas rurales como a las urbanas y que reclama, entre otras cosas, el control indígena de las tierras y las plantas locales; la reforestación de las zonas limítrofes; la creación de un inventario de lugares sagrados para poder proteger los bosques y las fuentes de agua; y la limpieza del agua contaminada (endémica de la zona de Quito). Gran parte de la jurisdicción sobre las tierras presumiblemente ancestrales de los quichuas de Quito recae en el Municipio de Quito, que hasta 2007 no contaba con representación de las organizaciones indígenas (comunas) en su consejo de gobierno que se ocupa de la privatización del agua, las políticas ambientales, etc.

PARENTESCO
GRUPOS DE PARENTESCO Y DESCENDENCIA
Los principios de descendencia son bilaterales con un sesgo patrilineal. Aunque hay algunos indicios de transmisión paralela en función del género, esto está desapareciendo rápidamente. Las mujeres conservan sus apellidos al casarse, lo que refleja su pertenencia a un grupo familiar del que heredarán.

TERMINOLOGÍA DE PARENTESCO
Se siguen los patrones básicos de la clasificación de parentesco hispana, con conceptos quichua que proporcionan cierto reconocimiento parcial de que las formas paralelas de género de referencia y dirección de parentesco fueron una vez más comunes. En situaciones monolingües, un padre masculino utiliza términos diferentes para sus hijos varones y mujeres que para su esposa. Además, los hermanos y hermanas se refieren a sus hermanos con términos de distinto género. No existe ninguna distinción especial para los primos cruzados y paralelos, y los tíos afines y consanguíneos se agrupan.

MATRIMONIO Y FAMILIA
MATRIMONIO
El matrimonio y la crianza de los hijos se consideran el estado ideal tanto para los hombres como para las mujeres. El matrimonio se produce aproximadamente antes de que los miembros de la pareja cumplan 30 años, y algunas uniones tienen lugar al final de la adolescencia. Las prácticas matrimoniales van desde las informales (en un tipo de matrimonio de prueba andino, o cuando los convivientes que han tenido hijos siguen casados con otros) hasta las realizadas dentro de la Iglesia católica. Las ceremonias de matrimonio y, sobre todo, de bautismo se realizan a menudo con la participación de los copadres, que establecen relaciones morales y económicas a lo largo de la vida de la familia. La práctica de la coparentalidad ritual (compadrazgo) sirve para ampliar las redes familiares y proporcionar flujos de reciprocidad basados en relaciones sociales generalmente asimétricas que a menudo atraviesan las líneas étnicas y de clase. Pueden producirse divorcios, pero no son habituales, y las personas viudas suelen volver a casarse.

UNIDAD DOMÉSTICA
El grupo residencial (conocido como ayllu en quichua) constituye la base de la vida familiar/doméstica en la cuenca de Quito. La residencia post-matrimonial es flexible, con parejas casadas que viven con cualquiera de los padres del cónyuge y otros miembros de la familia. La residencia neolocal, aunque ideal, suele ser posterior, cuando es asequible.

HERENCIA
La herencia es partible, y todos los hijos heredan por igual de ambos padres a la muerte de uno de ellos o de ambos. Como ocurre en gran parte del sur de los Andes, los hijos reciben toda o parte de su herencia de ganado y derechos sobre la tierra en el momento del matrimonio. Sin embargo, lo más frecuente es que el hijo menor herede la casa como consecuencia del cuidado de los padres ancianos. Sin embargo, con el aumento de la esperanza de vida, la herencia se ha retrasado, lo que contribuye a la migración de las zonas rurales a las urbanas, especialmente por parte de los hijos solteros. La fragmentación de las parcelas es muy preocupante, y a menudo surgen disputas como resultado de un gran número de hijos y su descendencia que claman por el acceso a las tierras, el ganado y las viviendas. En los primeros años del siglo XXI, los quichuas de Quito todavía hablan de la forma en que las tierras familiares fueron enajenadas por parientes crédulos que vendieron sus parcelas de huasipungo adquiridas después de la reforma agraria de 1964 a especuladores urbanos, o por parientes ambiciosos que vendieron sus tierras y ganado para reunir el dinero suficiente para hacer una gran fiesta con la esperanza de aumentar su prestigio (o por temor a no cumplir con las obligaciones contraídas anteriormente, lo que tendría ramificaciones negativas cuando llegara el momento de cumplir con su Hacedor).

SOCIALIZACIÓN
La socialización se produce en el hogar, en la calle, en la televisión y en la escuela. Algunas familias manifiestan su preocupación por el trato racista y excluyente que reciben sus hijos en el sistema escolar ordinario y procuran enviarlos a colegios bilingües o privados, si son asequibles.

ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
ORGANIZACIÓN SOCIAL
La organización social funciona tanto horizontal como verticalmente. Los miembros de la familia y de la comunidad forman fuertes lazos a través del parentesco, el matrimonio, los grupos de trabajo y la ayuda recíproca. Sin embargo, se cree firmemente que poco se puede lograr sin palancas poderosas, sin las cuales no se puede esperar navegar por las burocracias locales y nacionales, ya que la igualdad de acceso y un «trato justo» no se consideran posibles de lograr en una sociedad que extrajo el trabajo de los indígenas durante siglos y los trató, en el mejor de los casos, como invisibles y, en el peor, como brutos prescindibles. Se persiguen activamente las conexiones con la iglesia parroquial, con las autoridades municipales, con los propietarios de negocios y con los funcionarios del gobierno, y sigue prevaleciendo la idea de que quienes pueden ejercer una fuerza personal sobre los medios de subsistencia son «patrones» (jefes vinculados por relaciones personales) a los que hay que temer y respetar.

Los nuevos elementos de organización social basados en la organización política indígena y la participación en los procesos electorales y legislativos han ampliado las posibilidades de transformar las formas de organización social indígena que aún sufren siglos de relaciones laborales desiguales y abusos de los derechos humanos.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA
No existe una estructura política global que rija a los pueblos quichuas en la cuenca de Quito. El organismo gubernamental ecuatoriano que supervisa los asuntos étnicos (CODENPE-Consejo de Desarrollo de las Naciones y Pueblos del Ecuador) reconoce al «pueblo Kitu Kara» como parte de la «Nacionalidad Kichwa del Ecuador» (nación quichua) y canaliza fondos (normalmente procedentes de ONG, especialmente de España y el Banco Mundial) hacia proyectos educativos y de infraestructuras locales. Sin embargo, la relación entre CODENPE (a través de su rama ejecutiva, PRODEPINE) y los intereses indígenas es considerada por muchos como contradictoria, en particular porque exige una cierta homogeneización de las creencias, las prácticas y los diversos marcadores culturales, sobre todo en la aplicación de programas de salud y educación bilingüe. Para contrarrestar esta contradicción burocratizante, algunos quichuas de Quito que viven en barrios o colonias urbanas han creado organizaciones locales como centros culturales para resaltar los temas de ancestralidad, cultura y territorialidad y para legitimar las escuelas creadas localmente y mantener una relación tentativa con la organización Pueblo Kitu Kara, que está vagamente afiliada a una red de grupos indígenas que caen bajo el paraguas de la CONAIE (Confederación de Naciones Indígenas Ecuatorianas), pero no recibe financiación directa de ellos.

La organización también está estrechamente vinculada a la federación indígena de la sierra ECUARUNARI, pero en 2007 rompió sus vínculos con la Federación de Comunidades de la Provincia de Pichincha (FPP), a excepción de la comunidad de Cayambe, en el norte de Pichincha. En 2008, las disputas internas sobre la pertenencia a Kitu Kara, su papel en la promoción de proyectos de desarrollo en las comunidades locales y su participación en la política electoral (especialmente vinculada al partido político Pachakutik), provocaron desavenencias en la organización y cambios en la dirección. Las comunas indígenas reconocidas eligen un presidente y otros representantes cada año, mientras que los comités de mejora se forman cada dos años. Los asuntos se llevan a cabo en el marco de una asamblea general que trabaja con las organizaciones campesinas y otras organizaciones populares que existen en sus respectivas zonas. El Pueblo Kitu Kara tiene un Consejo de Gobierno y elige a un representante para que sirva de enlace con el gobierno ecuatoriano a través de CODENPE. En 2008, el gobierno ecuatoriano aprobó una creación sin precedentes de una oficina judicial («fiscalía») para centralizar y coordinar las reclamaciones de tierras, propiedades, etc. de las comunidades afiliadas a la organización Kitu Kara (o que solicitan ayuda).

CONTROL SOCIAL
La Constitución ecuatoriana de 1998 (sometida a una seria revisión en 2008) reconoce el derecho de las comunidades indígenas a emplear sus propias formas de justicia para resolver los conflictos. Sin embargo, a principios del siglo XXI, muy pocas pruebas de ello llegaron a los medios de comunicación. El control social se ejerce a través del párroco mediante las homilías y el control de los ritos de paso santificados por la iglesia (que exigen cuantiosos honorarios), pero en general la relación no es tan directa ni tan extractiva en términos de trabajo y dinero indígena como lo era a principios del siglo XX. Si bien en algunos casos se sigue pagando el diezmo a los párrocos, y en San Isidro del Inca el cura cobra a los grupos de baile de máscaras durante la observación de su santo patrón, en general el control de la iglesia católica no es tan absoluto como lo era incluso en la década de 1970.

CONFLICTO
La resistencia militante indígena al despojo, la injusticia y la pobreza ha surgido a lo largo de la era postcolombina en Ecuador hasta el presente. La intersección de los intereses laborales, la actividad socialista y las preocupaciones por los derechos indígenas dieron lugar a insurrecciones y a la organización de los indígenas ya en la década de 1920 en la provincia de Pichincha. Las experiencias de discriminación étnica y racial no son infrecuentes, vinculadas no sólo a la «apariencia» de un niño, sino a lo que su apellido connota sobre la historia familiar y la posición de clase. Las comunas indígenas y los residentes de los barrios urbanos y las parroquias rurales se encuentran cada vez más en conflicto con las autoridades municipales y estatales en relación con la protección de las tierras forestales, la demolición de las casas antiguas (obligando a los residentes a trasladarse a nuevas viviendas y dejando atrás los entierros familiares), el relleno de los arroyos alimentados por los manantiales, la construcción de carreteras que impiden el tráfico a través de antiguos senderos para personas y animales, y la creación de vertederos municipales en las tierras indígenas periféricas.

En 2008 varias comunidades se organizaron para protestar contra la construcción del nuevo aeropuerto internacional en el territorio ancestral de Kitu Kara.

La violencia pública y doméstica ha aumentado enormemente en los últimos años, lo que ha llevado a algunos líderes indígenas a identificar esta cuestión como una preocupación primordial. El poder chamánico indígena que bebía de las fuentes de las tierras bajas desplegado en las tierras altas era una poderosa herramienta contra las autoridades coloniales y republicanas. Hoy en día, la «violencia mágica», ejercida a través de la hechicería y otros medios sobrenaturales, se expresa en los espectáculos de danza y en la vida cotidiana, ya que las historias de «muñecos de trapo» sospechosos metidos en una teja, el poder debilitador de la envidia de alguien, o las batallas llevadas a cabo con los espíritus en la búsqueda nocturna de un tesoro enterrado son comunes entre los residentes indígenas y mestizos de la zona de Quito.

RELIGIÓN Y CULTURA EXPRESIVA
CREENCIAS RELIGIOSAS
La mayoría de los quichuas de Quito son nominalmente católicos, aunque el protestantismo y el mormonismo han hecho importantes incursiones (el protestantismo suele ser traído por migrantes indígenas de otras zonas de Ecuador, como la provincia de Chimborazo). Cuando los españoles llegaron a principios del siglo XVI se encontraron con sistemas de creencias locales centrados en las fuerzas ctónicas que emanaban de las montañas, las colinas, los picos de las montañas y los cráteres volcánicos; y en fuentes hidráulicas como manantiales, barrancos alimentados por el agua (quebradas), cascadas y lagos. Aunque no se han encontrado evidencias de sacrificios humanos en estas cumbres, se sabe que eran importantes lugares de enterramiento de los muertos. Los animales poderosos como el oso de anteojos, los pumas, los cóndores y otras aves eran tratados con reverencia e imitados en las danzas rituales, que constituían un papel central en la expresión religiosa. Los lugares sagrados («huaca») se visitaban regularmente y se pagaban con ofrendas («apachita») de piedras, grasa animal, animales sacrificados, zapatos y muchos otros objetos. Se buscaba el poder chamánico para la curación, la adivinación y la matanza retributiva, una práctica que se intensificó en el siglo XVIII cuando los indios se desilusionaron por su acceso a las formas de poder basadas en España. Algunos aspectos de estas creencias siguen existiendo e incluso se están reforzando a través de los movimientos de revitalización cultural que están surgiendo en toda la cuenca de Quito.

Desde principios de la década de 1980 se han producido olas de cambio que han llevado elementos de lo que se creía que eran prácticas incaicas (centradas en el Inti, el dios del sol, e instanciadas más específicamente en los festivales del Inti Raymi que caen alrededor de mediados de junio; y en la pachamama o «Diosa de la Tierra», para proporcionar una traducción común de un concepto más complejo); así como prácticas y creencias chamánicas, yóguicas, budistas y otras generalizadas asociadas con el llamado «Movimiento de la Nueva Era» y sus practicantes. La eflorescencia de lo que se denomina prácticas religiosas «tradicionales» a principios del siglo XXI es producto de varias fuerzas confluyentes: las respuestas religiosas/espirituales globales al capitalismo; el turismo espiritual, ecológico y cultural; los movimientos de derechos humanos panandinos y panindios que se inspiran en las iniciativas internacionales de derechos indígenas; y la romantización de la identidad indígena, de manera que un número creciente de personas no indígenas en todo Ecuador, pero especialmente en la zona de Quito, se identifican como «Kitu Kara».

Aunque se hacen continuos intentos de establecer un esquema geográfico sagrado similar al de los incas, con Quito, del que se dice que tiene la forma de un puma desde cuyo centro irradian líneas que demarcan los cuatro barrios del antiguo imperio inca, con todos los lugares bifurcados en «superior» («urin» ) e «inferior» («hanan») según una imagen especular (es decir, al revés) del esquema cuzqueño, no se pueden establecer firmemente tales elementos en Quito ni identificarlos en absoluto fuera de la zona inmediata de Quito. Todavía se realizan peregrinaciones a sitios sagrados con importancia prehispánica (y que continúan siendo económicos y comerciales), sobre todo el 21 de noviembre al Santuario de la Virgen del Quinche, en el lado oriental de la Cuenca de Quito, pero también a santuarios y cuevas más pequeños donde se dice que existe el poder chamánico de la «yumba». El poder ambivalente y la riqueza se consiguen a través de pactos con el Diablo, que puede aparecer como la «Caja Ronca», y el descubrimiento de tesoros enterrados (que sólo los hombres pueden buscar utilizando varillas de brujo o varillas ).

Las historias de tesoros incas escondidos abundan, pero pueden haber sido alimentadas por las historias de botines derramados por galeones españoles e ingleses y barcos piratas que encallaron en las costas del Pacífico occidental. Todavía existen vestigios de combates rituales que se creían importantes para el flujo dinámico de la sangre, el agua y las sustancias fecundas, y que se plasman en las corridas de toros rurales y en algunos espectáculos de danza (por ejemplo, los sanjuaneros, la Yumbada) en los que se blanden látigos y los bailarines muestran signos de haber «contado el golpe», o de haber entablado una batalla con un enemigo.

PRACTICANTES RELIGIOSOS
Los practicantes religiosos dedicados a la adivinación y la curación se conocen como yachac taitakuna (o yachac mamakuna). Ser reconocido como tal especialista suele implicar el aprendizaje y la formación, preferentemente con practicantes de las regiones amazónica, boliviana o peruana. Algunos practicantes son aprendices de Sibundoy, Kogi y otros curanderos de Colombia. También se dice que el poder es enseñado por especialistas afroecuatorianos. Se cree que algunas personas están «compactadas» con poderes espirituales, a menudo exhibidos a través del talento musical (particularmente a través de la flauta, el tambor y la guitarra) en los hombres y la curación con hierbas, raíces, etc. tanto para las mujeres como para los hombres.

CEREMONIAS
Los espectáculos de danza tienen lugar durante todo el año, pero especialmente durante la estación seca (de finales de mayo a septiembre). Las danzas se programan de acuerdo con el calendario litúrgico católico (centrado principalmente en los días de celebración del Corpus Christi, San Juan Bautista y San Pedro, además del Día de los Difuntos en noviembre, y las fiestas en torno a la Navidad y las celebraciones patronales locales) y tienen vínculos históricos con las numerosas oleadas de influencia que han pasado por la zona, desde las incursiones incaicas en el siglo XV, pasando por el control católico y la evangelización ligada a las poderosas expectativas de tributo que duraron hasta bien entrado el siglo XX.

Otras celebraciones importantes en las que participan bailarines disfrazados de «yumbos» (chamanes y comerciantes de las tierras bajas), negros (afroecuatorianos costeños y militaristas), «capariches» (una parodia de los barrenderos de la cuenca oriental de Quito) y payasos se celebran principalmente en torno al 24 de diciembre (día del Niño Jesús), y en mayo y junio (para el Corpus Christi y los ocho días siguientes, que cae en torno al equinoccio de primavera; y para San Juan Bautista y San Pedro). Juan Bautista y San Pedro, que caen alrededor del solsticio de junio). Mientras que algunas de estas ceremonias cuentan con los actos de los practicantes espirituales conocidos como «yachajkuna» y se consideran muy privadas, muchas se han vuelto bastante públicas y son promovidas por el municipio de Quito para fomentar el turismo. Además, muchas comunidades invierten energía en la celebración de sus respectivos santos patronos, lo que a menudo implica la contratación de bandas y bailarines locales.

ARTES
En la zona de la cuenca de Quito existe una vibrante escena artística indígena. Algunas artesanías están relacionadas con las prácticas laborales vinculadas a las actividades de producción textil colonial; otras están ligadas a la alfarería que se remonta a los tiempos preincaicos; mientras que otras están fuertemente ligadas al mercado turístico (por ejemplo, muñecos de masa de pan y adornos), algunas de las cuales están organizadas en cooperativas y reciben apoyo gubernamental y no gubernamental (ONG).

Los actos de revitalización cultural que se celebran a todos los niveles están vinculados a programas financiados por ONG para revitalizar las formas de música y danza. La música es una fuente especialmente importante de identidad y solidaridad comunitaria. Sin embargo, algunas de estas «revitalizaciones» son vistas como invenciones promovidas por forasteros que se introducen con demasiada facilidad en el tejido de la vida quichua de Quito. El Municipio de Quito es uno de los más fuertes promotores de las formas de arte dentro del distrito, vinculando la venta de objetos a los paseos turísticos a lugares comercializados como de belleza y significado ecológico, cultural y espiritual. Otro fenómeno clave que no debe subestimarse es la presencia de migrantes indígenas de Cotopaxi, Imbabura y otras provincias que incorporan sus prácticas artísticas étnicas a sus prácticas económicas en Quito.

MEDICINA
La mayoría de las familias que viven dentro o fuera de los límites de la ciudad tienen huertos domésticos que proporcionan una gran cantidad de plantas etnofarmacológicas que van desde abortivos hasta limpiadores de pulmones. La cocina cotidiana está rodeada de conceptos medicinales, ya que se debe lograr un equilibrio entre alimentos húmedos/secos, calientes/fríos y salados/dulces para que una persona esté sana. Las enfermedades se achacan a menudo al «viento» y al «polvo», y se considera imprescindible mantener la temperatura corporal adecuada y protegerse del sol mediante el uso de chales y sombreros y chaquetas.

Las enfermedades se dividen generalmente en «naturales» (de Dios) o «antinaturales/malas» (por ejemplo, de caballo ) e incluso el «viento» y el «polvo» pueden considerarse en una u otra categoría, dependiendo de otras causas próximas que puedan haber desencadenado un mal viento, un mal de ojo o alguna otra fuerza que pueda debilitar el cuerpo, asustar al alma fuera de su locus corporal o traer objetos al interior del cuerpo que deban ser extraídos por un curandero o curandera. Las creencias sobre la enfermedad, el peligro, la curación y las hierbas son ampliamente compartidas en toda la cuenca de Quito entre indígenas y no indígenas, así como un escepticismo respecto a la medicina occidental y el potencial de los hospitales y los médicos formados en Occidente para hacer más daño que bien. Se cree que las cumbres de las montañas y los espíritus que las habitan son especialmente peligrosos. No sólo pueden reaccionar de forma vengativa si no se les propicia con las ofrendas, danzas y oraciones adecuadas, sino que los humanos pueden verse atrapados en las luchas celosas de los picos de las montañas entre sí, ya que reflejan las mismas jerarquías y anhelos sexuales destructivos que se dan entre los humanos. Los arcos iris y los picos de las montañas pueden provocar embarazos, enfermedades y pérdidas de alma entre los humanos desprevenidos, aunque proporcionen la lluvia, la fuerza hidráulica de los manantiales y los arroyos, y otros poderes fundamentales para la existencia humana.

Las imágenes de los santos, de Jesús y de la Virgen María se tratan con reverencia y se guardan en las casas de la gente en lugar de en templos o capillas sancionadas por la iglesia católica. Las características asociadas a estas imágenes nominalmente católicas suelen ser más parecidas a las que muestran los embaucadores y otros seres con un poder sobrenatural y siempre ambiguo. En 2002, la oficina provincial de Pichincha del Ministerio de Salud Pública puso en marcha un programa de «Salud Intercultural» a instancias del movimiento indígena. La iniciativa apoya proyectos locales entre los quichuas de Quito y los vecinos tsátchilas que van desde la prevención de la mortalidad materna, la salud neonatal y las medicinas tradicionales indígenas.

LA MUERTE Y EL MÁS ALLÁ
En la zona de Quito Quichua se ha observado una variedad de prácticas funerarias precolombinas (1-1500 d.C.), entre las que se incluyen zonas de cementerios distintivas que se encuentran en zonas de asentamiento rotativo, tumbas de pozo en suelos bien drenados en el norte de Ecuador, entierros secundarios para los de mayor estatus y una preferencia por el entierro en regiones altas de las montañas o junto a aguas corrientes.

Hoy en día, el entierro de quienes tienen recursos para seguir pagando la cuota de entierro a veces tiene lugar en el cementerio católico cercano, ya sea en parcelas o en nichos laterales. Pero para muchos habitantes de la Cuenca de Quito, se cree que el lugar adecuado para el entierro es junto a la casa, donde los espíritus de los muertos pueden seguir velando por la familia. En toda la cuenca de Quito se limpian las tumbas, se hacen ofrendas de alimentos y colores a los antepasados y se realizan juegos funerarios específicos durante las actividades del Día de los Difuntos. Estas observaciones suelen incluir prácticas ceremoniales como danzas en las que se cree que participan los muertos, lo que constituye una fuente de apoyo para la recuperación de la identidad indígena entre los pueblos quichuas de Quito, que suelen ser clasificados como mestizos o no indígenas. Aunque el actual proceso de etnogénesis es complejo, desigual y no está exento de riesgos, forma parte de una lucha permanente para evitar que el mestizaje o blanqueamiento completo supere los procesos de formación de la historia e identidad indígena en la Cuenca de Quito.

Revisor de hechos: Brooks

Recursos

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Véase También

Bibliografía

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